martes, 3 de septiembre de 2013

Huella



Llovizna suave en el patio
de mi primer infancia,
se mojan los techos
del taller de mi viejo
y las habitaciones;
sobre todo una, en el fondo,
que guarda cosas
destinadas a ocultarse.
Hay un tenue sol
detrás de todo
del que me siento responsable
que no esquive lo gris,
todo parece lo bastante calmo.

Un león,
entre varias cosas que no reviven,
me hunde su mandíbula en la cintura
y me atrapa firme,
pero luego se demora
como si sus dientes
no tuvieran el filo necesario
para incorporarme.

En plena lucha suena el teléfono,

son las cuatro de la mañana
en el mundo,
presiento lo peor;
algo serio en la casa de algún pariente,
quién sabe, quizás mi vieja,
algún problema,
algo grave pienso,
pero nada de eso:
es mi hermano inmóvil quién me llama,
necesita que le alcance agua
y unas pastillas,
el dolor en la cintura
no lo deja dormir.