jueves, 24 de octubre de 2024

Tía estándar


Tengo una tía estándar.

Su ideología, su vestimenta


su rutina, su destino

en vacaciones


todo en ella es genérico.

Tomar unos mates con ella


es como ver el noticiero, y

si se pudieran hacer encuestas


de mediano o amplio alcance

consultando cada decisión que toma


siempre la suya sería la más elegida.

Algunas veces yo tengo insomnio


pero ella duerme bien todas las noches

aunque no sueñe casi nunca


entre las paredes de su refugio:

marido, religión, la vida de sus hijos.



Igual no es mala, ojo: es estándar.

Ustedes digan qué prefieren.


No hay un rastro de singularidad en sus palabras.

No hay un solo impulso


por alejarse

y ver las cosas unos metros más allá.


Pero ella está tranquila, libre de angustia

o crisis existenciales.


¿Quién firma?



¿Sabrá que la muerte también tiene una mirada para ella?



Y todos tenemos cerca una tía estándar.


Démosles atención. Sus votos cuentan

y son empecinadas, porque notan nuestro desdén.


Terminan decidiendo nuestras vidas, qué arreglo

hacer primero en el consorcio del edificio


actividades en los actos de las escuelas de tus hijos

inclinan las balanzas, eligen presidentes, devalúan la moneda


determinan el inicio y el final de las guerras

-las tías del primer mundo-


el lugar de encuentro de las cenas navideñas

o la edad de imputabilidad


de nuestros corazones.

Si tan solo pudiéramos sacar el suyo


ponerlo en la mesa y a fuerza de preguntas

customizarlo un poco.


Una militancia valiosa.







 

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