Recuerdo siendo niño
inquirir a mi viejo sobre la existencia
de la hora exacta/
no comprendía el desfasaje
de los relojes adultos.
Él dijo que existía:
Él dijo que existía:
que de la ubicación de los planetas
se concluía la hora precisa
y que sin ella el mundo
se desbarrancaba/
yo asentí fingiendo comprender
y me subí al auto en silencio.
Ahora me encuentro
Ahora me encuentro
-veinte años después-
de regreso a mi casa/
según el boleto que recién saco
en un minuto pasa el próximo tren
pero la gente se acumula en el andén
y nada indica su llegada.
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