Vuelvo
del viaje y
escribo que me
siento demasiado
adentro de mi cuerpo
que no quiero ser más
parte de mi historia en fin
que quiero al menos un instante
olvidarme el trayecto que ha hecho
de mí quién he sido hasta hoy, momento
en que me alzo endeble sobre mis piernas
que ya no lucen como debieran las de un hombre
pero no es acaso eso lo que siento, ni siquiera el comienzo
de este dolor constante en el pecho cuyo último punzón
se traduce en asfixia en la garganta, en fragilidad de
la carne, en falta de humedad en el corazón.
Ella se fue y aún escucho su voz y su
recuerdo golpea mi cama en las
noches más oscuras como un
bote en un río turbulento
que se mece brusco
acariciando el
muelle de la
soledad.
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